Domingo, 14 Diciembre 2025
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Por José Ignacio Sánchez Rubio

Después de nueve meses deshojando la margarita del rescate, sin que Rajoy se haya decantado por si pedimos o no pedimos que nos salven, el pasado viernes el Consejo de Ministros empezó a alumbrar una respuesta a esta especie de culebrón, modificando profundamente las competencias del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), pero que no da una solución clara a la salida de la crisis a medio plazo. Algo que, a más de uno, se le antoja la reedición de la fábula de Esopo, el parto de los montes.

Y no es sólo que los españoles estamos asistiendo cada día al penoso acontecer en el que sigue aumentando el desempleo y, lo peor, cada día cierran sus puertas mas de cien empresas, con los efectos colaterales que cualquiera de ustedes puede imaginar.

Con todo, la cuestión es otra diferente. La incógnita que a mí se me plantea es si, al final, nos van a rescatar a base de poner los cien mil millones de euros que nos hacen falta para comenzar, cuando hay bastantes entendidos en la materia que, optimistamente, dicen que con menos de trescientos mil millones no hacemos nada. ¿Y por qué saco a relucir mis dudas de que el rescate se lleve a efecto? Pues, amigos míos, la respuesta es simple y la puede entender cualquiera: porque estamos ya tan endeudados que no parece posible que seamos capaces de devolver el dinero que nos presten, por muy bajo que sea el interés. Según los últimos datos, la deuda pública del Estado supera los 850 mil millones de euros, y no lo pongo en pesetas para no asustar más, a los que hay que sumar otros 200 mil millones de deuda privada.

Claro, cualquiera que se decida a prestar dinero a otro, antes de valorar el beneficio que puede obtener de los réditos, valora las posibilidades que tiene de recuperar su dinero. Y sólo esa es la razón de que la prima de riesgo se haya atrincherado en la banda de entre 550 y 600 puntos. Lo que eso significa no es otra cosa que las dudas acerca de la posibilidad de devolución de los prestamos es mucho mas que razonable. Y, en estas circunstancias, es como si usted o yo nos vamos al banco a pedirle un crédito, como única forma de poder pagar otro que tenemos.

El asunto ya no es ni siquiera serio porque, amigos míos, por mucho que pretendamos ignorar la realidad y mirar a nuestros problemas cercanos, la situación es absolutamente dramática. Y les explico.

Cabe la posibilidad de que, al final, se decidan a rescatarnos parcialmente, pero yo me sigo preguntando cómo vamos a devolver los créditos. Porque la devolución de un préstamo y de sus cuantiosos intereses (mas de treinta mil millones al año) no se soluciona con otro préstamo, sino consiguiendo ganancias con las que pagar esas deudas. Y estarán ustedes de acuerdo conmigo en que la empresa española, de donde provienen todos los beneficios posibles, está dando las boqueadas. Al fin y al cabo, que en agosto se haya vuelto a elevar el número de desempleados no hace otra cosa que avalar lo que estoy afirmando. Por eso, mientras el Gobierno no obligue a los bancos a cumplir con su función principal, que no es otra que la de prestar dinero, no haremos otra cosa que agravarnos.

El circuito es simple y está descubierto hace mucho tiempo: las empresas producen bienes, para lo que necesitan empleados; esos empleados utilizan sus salarios para comprar aquellos bienes y pagar impuestos con los que mantener a este desdichado Estado que nos consentimos y, en la medida en que los bancos contribuyen con sus créditos a las empresas a financiar el circulante, las empresas pueden seguir produciendo y dando empleo. En otro caso, como ya está empezando a suceder, no nos quedará otra que retroceder 200 años y volver al pago al contado de todo lo que compremos. Ya me dirán ustedes cómo se arregla ese revoltijo con seis millones de parados (que son los que vamos a tener a finales de año), frente a una cifra de 16 millones y medio de afortunados, que serán los que sigan teniendo un empleo en el mes de diciembre.

Y entonces, ¿no hay ninguna solución? Pues sí, amigos. Lo vengo diciendo desde hace tiempo: nuestra solución pasa por que, reconociendo que estamos como estamos, nuestro país recupere su soberanía monetaria y, con todos los inconvenientes que ustedes quieran, se pongan en circulación las pesetas suficientes como para que las empresas vuelvan a tener el crédito bancario que se les lleva negando desde hace más de cuatro años. Y, aún así, tendremos que rezar para que nuestros empresarios vuelvan a recuperar la fe en su empresa, que bastante difícil lo tenemos también.


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