OPINIÓN. Fe ciega infantil
EL FORO DE LOS BALBOS. Por Mar Arias Couce
Cada vez queda menos para el gran día de todos los enanos de la casa. El Día de Reyes. En realidad, aún quedan menos para Papá Noel (en el fondo las nuevas generaciones son más listas de lo que éramos nosotros y tienen un anticipo de todo lo que les van a regalar en Navidad en la noche del mismo 24 de diciembre. Hasta para pedir son más espabilados). Los niños, con esa imaginación que todo lo abarca, se las apañan para encontrar acomodo en su cabeza a todas las cosas que les decimos. Si te portas mal no te traen regalos, si no comes te traerán carbón, los Reyes vienen de por aquí o de por allá… Por si fuera poco, en todas las ventanas se pueden observar a decenas de señores barbudos con pijama rojo intentando entrar por la ventana (si lo piensas bien da hasta miedo tener a un tío colgando por la fachada de tu casa durante todas las fiestas, ¿qué se querrá llevar digo yo? Como no venga a sacar la basura, poco más puede robar en casa) y ellos lo aceptan con naturalidad. Soberanos de todas las especies, algunos pintados de cualquier manera con plastilecor negro (algo así debe ser porque no se entienden los ‘baltasares’ de tres al cuarto que te encuentras por ahí) les cuentan milongas y ellos ni se preguntan qué narices hacen esos tíos con esa pinta y esas capas de ‘armiño’ cutres en el centro comercial de turno cuando deberían estar trabajando, con los pajes y los camellos y todas esas cosas. Aparecen por facebook, vía e-mail, graban mensajes y hasta, en ocasiones, los he llegado a ver con una tajada de impresión intentando enarbolar las palabras para que tuvieran algún sentido. Nada, pero nada en absoluto les quita la ilusión. Tienen una fe ciega en el asunto y todo lo que hagamos para reforzarla es inútil. A mí de pequeña me llegaron a subir a un armario y me enseñaron todos mis regalos, cuidadosamente colocados a la espera de la cita Real. Yo me las arreglé para justificar el asunto: estarán muy liados y les han dejado a mis padres los regalos con tiempo para poder llegar a otras casas. Mi sobrino me confesaba recientemente que lo sabe desde hace un tiempo, pero que no dice ni ‘mú’ porque teme que ese exceso de conocimiento acabe con el chollo del 6 de enero. La última que le contó mi marido al mayor cuando paseábamos por un centro comercial de la isla fue que se tenía que portar muy bien porque los Reyes y Papá Noel lo veían por las cámaras que había en el techo. El pobre se pasó la tarde levantando los regalos y mirando hacia las supuestas cámaras ubicadas en las alturas. “¿Pero qué haces, hijo?”, le acabé preguntando con curiosidad. “Nada mamá, le estoy enseñando los juguetes a los Reyes para que no se equivoquen y me traigan lo que yo he pedido”. Sobran los comentarios.