Domingo, 14 Diciembre 2025
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El Foro de los Balbos. Por MAR ARIAS COUCE

No sé en qué momento, mis hijos, a punto de cumplir uno y cuatro años, comenzaron a tener una vida social más saludable e intensa que la mía. Todavía me parece que fue ayer aquel tiempo en que mi mayor preocupación durante el fin de semana era decidir, tras pasar horas y horas ante el espejo, qué ponerme, y a que fiesta iríamos ese sábado. Incluso tengo fresca en la memoria aquellas tardes en qué podía dedicarme más de medio minuto a mí misma, sin tener a nadie adosado a los tobillos o colgando de la falda. Ahora, la cosa ha dado un giro de 180 grados, y las fiestas se las organizan a ellos, y ahí estamos los progenitores comprando regalos, repartiendo niños, aprovechando los escasos minutos de libertad que nos otorgan esos cumpleaños infantiles para hacer compras y más compras, y recogiendo chinijos allá donde los van dejando las madres de los homenajeados. En esta ocasión, me toca a mí planificar el evento y, como va a ser el primero que hagamos como Dios manda, y el primero también que festejen los dos juntos (es que, como todo lo raro me pasa a mí, nacieron el mismo día con tres años de diferencia: la víspera de San Juan, ya pensando en futuras celebraciones), pues la cosa de la organización se está alargando. ¡Ríete tú de la complicación de organizar una boda! Un cumpleaños infantil exige coordinar mantel, servilletas, platos y vasos, ya sea con Bob Esponja, Spiderman, Micky Mouse o, ya en versión más económica, florecitas, payasitos o ardillas varias. Decidir quiénes serán los invitados del niño (o los niños, en este caso), y escoger entre sus amigos de clase, de la calle, del comedor, de las actividades extraescolares, los amigos de la familia y la familia en sí. Esta tarea es especialmente complicada si tú le preguntas al niño en cuestión: “Ale, ¿quiénes son tus mejores amigos de clase?”. “Todos”. “Hombre, alguno habrá que no o que no sea tan amigo”. “No”. “No te llevabas mal con fulanito”. “No”. Ahí, ya empiezas a rallar la incitación. “Pero si te pegó el otro día, hombre”. “Pero ya hicimos las paces”… Es imposible que la lista sea menor de ‘tropecientos’ que se convierten en ‘tropecientosmil’ porque, muchos de ellos, vienen con padres y hermanos, que también consumen. Zumos, refrescos, cervezas, sándwiches, tortillas, papas fritas y chucherías variadas, y la tarta, que es lo fundamental del cumpleaños y siempre se queda a medio comer. Como ahora las fiestas no son como las de antes en que, precisamente la tarta, era la gran protagonista del evento, es necesario contar con algo más que no puede bajar de equipo de animación o dinamización, castillo hinchable o guerreros espaciales siderúrgicos, un poner. Optamos por el castillo hinchable (dada la escasez de mi presupuesto y la tiranía del euro reinante yo ya había pensado en proponerle a la empresa arrendataria una posible rebaja si el castillo lo hinchaba yo a soplidos o si, en lugar de castillo nos alquilaba un villorrio de medio pelo, pero no coló). “Es interesante orientarlo de tal manera que sea posible vigilar a los niños mientras están dentro, para evitar percances”, señalaba uno de los empresarios del ramo. “Pero, coño, si la cosa es estar un poco tranquilos mientras se divierten a su aire… ¿encima tengo que estar mirando cómo se dan castañazos?”. Pues sí. Ya lo voy teniendo claro. Cada aniversario de su nacimiento va a ser como morirme un poquito más. Ay, señor.


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