Domingo, 14 Diciembre 2025
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DESDE MI ISLA ATLÁNTICA. Por Antonio Coll

Recientemente estamos asistiendo a una fuerte polémica, en la que se viene culpando, por diferentes vías, al Estado de Autonomías, la “crisis” que padece el llamado Reino de España. Al margen del despilfarro y mala gestión de muchas comunidades autónomas, ello no puede justificar que algunos “iluminados centralistas” quieran desmantelar o debilitar la administración autonómica, que como muy bien manifiesta el presidente canario Paulino Rivero “estas actitudes se utiliza como coartada para echar balones fuera y culpar a las comunidades autónomas de todos los males que nos aquejan”. Es cierto que en la nueva época que vivimos se debe corregir en profundidad el modelo actual y adaptarlo a la nueva realidad, no solo por la recesión económica, sino a favor de mejorar el servicio público, en todos los ámbitos, para que los habitantes de las distintas comunidades se sientan mejor tratados y obtengan más bienestar. Y cuando digo de implantar un nuevo modelo, repito, no es solo para tiempos difíciles sino de forma permanente. Porque ahora es normal emplear la tijera y llevar acciones de austeridad, pero ello no debe de frenar el crecimiento y el mismo desarrollo. Se puede ahorrar de mil maneras, sin que ello redunde en el estímulo para crecer y alejarnos del estancamiento. Las administraciones públicas son muy útiles en tiempos de recesión y con gestiones inteligentes pueden ayudar a que las empresas despeguen y el empleo vuelva a una cierta normalidad.

Leo en el diario ABC unas declaraciones muy interesantes del gurú económico norteamericano, Nouriel Roubini, que predijo la Gran Recesión. Advierte de que “las finanzas occidentales transitan sin mapa por un camino minado y de que hay un cincuenta por ciento de probabilidades de nueva recesión”. En cuanto al Reino de España, el economista americano dice que “está al borde del precipicio y con los pies colgando. Las medidas se han tomado a destiempo y no van a ayudar por ahora al crecimiento y al descomunal desempleo”. Ya dije en anteriores entregas que Canarias debe mirarse asimismo y hacer todos los esfuerzos posibles para abrir mercado con nuestro continente vecino, como estos días ha reconocido Paulino Rivero, apostillando que “los canarios tenemos por delante nuevos retos, nuevos mundos, como el cercano continente africano”. Pienso que es la primera vez que escucho estos mensajes del presidente canario, al menos, con la rotundidad que lo ha dicho, en la conmemoración del 519ª aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a la Gomera.

Ahondando en la autonomía de Canarias, hay que acabar con los centralismos de Las Palmas y Tenerife. En esta cuestión, el Gobierno de Canarias juega un papel primordial y debe regular, en sus presupuestos anuales, un reparto equitativo para todas las islas. Por otro lado debe velar y preocuparse de que las obras adjudicadas se cumplan en el tiempo previsto. Las demoras y bloqueos que se están produciendo en las obras públicas en Lanzarote son fiel reflejo de la dejadez y falta de criterios solidarios de los gobernantes de la administración autonómica por las islas mal llamadas “periféricas”. Pero, en el caso de Lanzarote, desde hace muchísimo años, es como si no existiera y, sólo a cuenta gota han aprobado algunos proyectos que se ejecutan con mucha lentitud y, en otros, como la vía de circunvalación de Arrecife, solo han trazado unas rayas amarillas, desde hace algún tiempo. También, es cierto, que Lanzarote, en los últimos veinte años, ha carecido de liderazgo político y lobbies económicos para presionar y exigir lo que nos corresponde. La salida de Eduardo Spínola de la Cámara de Comercio, por ejemplo, ha oscurecido la gestión de un órgano cuya fundación insular creó positivas expectativas y muchas esperanzas para que sirviera como hilo conductor para reivindicar las múltiples carencias que padece la isla.

Por lo demás, hace falta un gran pacto entre el Gobierno de Canarias, los Cabildos insulares y ayuntamientos, para implantar un proyecto común, evitar las duplicidades innecesarias y concentrarse en impulsar la economía para crecer y crear empleo. Para ello, hay que eliminar el despilfarro clientelar que aún permanece, ser más eficaz en las gestiones y eliminar muchas “fiestas”, al menos las subvenciones, porque ya no estamos en tiempos de “pan y circo” para el pueblo. Los ayuntamientos deben de ser conscientes de que la “época dorada” de antaño ya no existe y, pienso, que jamás volverá. Es de máxima urgencia ajustar sus plantillas a las reales necesidades y evitar el “enchufismo” partidista y los gastos superfluos.

El modelo autonómico implantado en Canarias, a mi manera de ver es insuficiente. No se puede estar toda una legislatura negociando con el Gobierno del Reino de España para determinadas inversiones y otras cuestiones, a cambio de ofrecerle los votos de los diputados canarios en el Congreso español. Canarias no puede seguir siendo tratada como unas colonias, en el siglo XXI. Canarias debe avanzar y buscar alternativas, sin descartar en constituirse en un Estado, asociado al Reino de España y Unión Europea. Seguir como una “urbanización turística” para la metrópolis, olvidándonos de la potencialidad que tienen las islas para otros sectores productivos y logísticos, es condenar nuestro futuro y propiciar la emigración de nuestra gente. Canarias necesita una nueva reconstrucción política, económica y social. En el actual mundo globalizado, la política exterior es de vital importancia. Por eso insisto que abrir unas negociaciones de alto nivel con el gobierno estatal español sería implantar los primeros pilares para poder definir el porvenir de nuestras islas atlánticas. Son prioridades que si bien para muchos puede interpretarse como utópicas, no deja de tener sentido común y convertirse en una estrategia futurista, después de tantos años de “dependencia” y olvidos. Si el camino del progreso y la prosperidad de Canarias sigue dependiendo de los gobernantes de Madrid, y conociendo, después de cientos de años, sus formas de actuar, las esperanzas se desvanecerán y continuará la incertidumbre y las posibilidades de encauzar el destino de un pueblo. En los últimos tiempos han desaparecido la industria pesquera, la agricultura permanece como algo residual y el sector financiero canario ha sido desmantelado. Solo nos queda el inestable sector turístico y de servicios. Con este panorama díganme ustedes si podemos ser optimistas…

Si como todas las previsiones existentes el PP gana las próximas elecciones, después de cuatro años perdidos y desastrosos, es de esperar que sus relaciones con Canarias, me refiero al nuevo gobierno presidido por Mariano Rajoy, sean fluidas y de buen entendimiento para comenzar el gran cambio que necesita el Archipiélago Canario. Eso espero.


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