Domingo, 14 Diciembre 2025
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EL FORO DE LOS BALBOS.

Por Mar Arias Couce

“Cuando hago los deberes no me pelees papá que se me asusta el cerebro”. Con esta frase, y el ataque de risa posterior, logró mi hijo mayor zafarse de una riña más que merecida por su tardanza en acabar los deberes. No sé de dónde saca la imaginación para los comentarios que hace. De los libros no es porque aún no ha aprendido a leer, algo que yo a su edad, cinco años, sí hacía. De pequeña yo, como él, tenía una imaginación veloz y dinámica. Me pasaba la vida soñando despierta y disfrutaba con ello. Siempre me dijeron que era porque leía mucho y, como el bueno de Don Quijote, vivía más en mi mundo que en el de verdad.

Desgraciadamente, con el paso de los años la vida se encarga de ir menguándote la imaginación a base de disgustos y otros sinsabores. Las nuevas generaciones no leen tanto como las de antaño, sin embargo, no parece que eso afecte en absoluto a su imaginación. Es cierto que nosotros, en mi caso al menos, la estimulamos siempre que podemos, leyéndoles cuentos, contándoles historias rocambolescas inventadas y motivándoles para que ellos también sueñen despiertos. Los niños de ahora ven más televisión, pero no creo que necesariamente, y siempre que sea bajo control de los padres, esto sea perjudicial. Mis hijos ven televisión, básicamente y ese es el principal motivo no voy a negarlo, porque ellos exigen nuestra presencia en cada instante y nosotros necesitamos tiempo para hacer cosas en casa. Pero lo cierto es que ven televisión controlada: un determinado número de horas, unos determinados programas y un determinado tipo de películas.

Después de hacer los deberes, procuro que bajen al parque y el día que no puedo porque tengo tarea en casa, ven un rato la tele. Después hacen puzzles o juegan con legos, o escuchan CDs de cuentos o canciones. Cuando tengo tiempo ponemos música y cantamos y bailamos a lo loco. Ese momento les encanta. Pero también disfrutan cuando nos sentamos con ellos a ver su película favorita. En mi opinión todas estas cosas no son peores que las que hacíamos nosotros de pequeños. Son distintas. Nuestros padres solucionaban su falta de tiempo de una manera y nosotros lo hacemos de otra. Entre otras cosas porque cuando yo era pequeña me podía pasar horas jugando en la calle y nadie temía que nada malo fuera a pasarme. Yo no me atrevo a dejarlos sólo ni en el patio de mi edificio.

Los tiempos cambian y nosotros nos adaptamos como podemos, siempre con complejo de estar haciéndolo mal y dedicándoles poco tiempo a los niños. Pero lo cierto es que ellos nos dan constantes muestras de inteligencia, sagacidad, curiosidad e imaginación, prueba de que aprovechan bien todo lo que les ofrecemos, sea mucho o poco. Pese a todo, intento potenciar en ellos mi pasión por la literatura y el respeto por los libros. “Mamá cuéntame un cuento”, me dijo mi hijo no hace mucho, “pero de los de verdad, de princesas y esas cosas no, de los que tú te inventas, de esos en los que salimos todos”. Y claro, le conté un cuento, ¿qué otra cosa podía hacer?


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