OPINIÓN | La información y el precio de la libertad
DESDE MI ISLA ATLÁNTICA. Por Antonio Coll
“Los periodistas no podemos ser los esclavos del siglo XXI”, declaró en su día la presidenta del Colegio de Periodistas de España. Viene esto a cuento porque desde hace algún tiempo, los medios pertenecientes al grupo Lancelot, incluido este, vienen recibiendo ‘recaditos’, naturalmente de ‘subalternos’, los que sacuden el polvo de las chaquetas de sus jefes, advirtiendo de que a su ‘mandamás político’ no le gusta la línea editorial y que la publicidad institucional puede ser retirada si no cambiamos ciertos contenidos. De hecho, determinada administración pública ya ejerce dicha ‘retirada’, por ahora, de forma parcial. Tiempo atrás y cuando el ‘supercomisario’ Carlos Espino dirigía la orquesta del PSOE apoyado por el núcleo duro de la ejecutiva, discriminó descaradamente, con el reparto anual de publicidad, a todos los medios de este grupo de comunicación, con el fin de debilitarlo y convertirlos en sumisos a sus directrices. La respuesta de Lancelot fue fortalecer aún más la libertad de expresión y de opinión de sus periodistas y colaboradores. Esa circunstancia, naturalmente, supuso un gravoso castigo en las cuentas de resultados económicos del grupo, -en aquellos tiempos con más de 30 trabajadores directos- pero gracias al aumento de publicidad privada se pudo aguantar hasta que fueron desalojados del poder del Cabildo y Ayuntamiento de Arrecife Manuela Armas y Pérez Parrilla, a través de sendas mociones de censuras. En las últimas elecciones autonómicas y municipales, los resultados electorales fueron negativos para el partido socialista, perdiendo incluso votos de simpatizantes y afiliados de la propia formación, que se puede traducir en un castigo por las ‘malas prácticas’ y actitudes cuasi mafiosas.
Después de las últimas elecciones, pensé, como una buena parte de la población insular, que dichos ‘métodos’ iban a desaparecer en todas las formaciones políticas. Pero mi percepción optimista se ha desvanecido de nuevo, comprobando, desde hace algún tiempo, que un sector de CC, minoritario pero aún con influencia, se ha marcado una estrategia con el objetivo de ‘presionar’, sobre todo al semanario Lancelot, a todas sus emisoras de radio y a Lancelot Digital, buscando que ofrezcamos una información de las llamadas ‘envoltorio’ o ‘capsuladas’, lo que a mi modo de ver sería un fraude a la opinión pública. Yo, como editor-director de los medios citados, he apostado por la calidad y el buen periodismo, sin ninguna campaña mediática contra nadie, sean políticos, empresarios o sindicalistas. El habernos convertido en referencia para una buena parte de la sociedad lanzaroteña y canaria, con porcentajes de audiencia, realmente potentes, es posible que esté poniendo nerviosos a determinados políticos que ‘reclaman’ que la libertad de información sea coartada, en beneficio propio. A pesar de la precaria situación económica que viven hoy las empresas, incluida por supuesto, las periodísticas, no estamos sujetos a que nos veamos obligados a ceder, poniendo límites del derecho de opinar e informar a nuestros lectores, internautas u oyentes.
Hoy no quiero extenderme con estas cuestiones mezquinas y humillantes porque ya estoy cansado de la mediocridad que aún permanece en determinados políticos, que desconocen que son hombres públicos y que se deben a la sociedad y sus actos son conocidos a través de los ‘mass-media’. En las dictaduras, lo primero que controlan son a los medios de comunicación. ¡Por algo será!
Todas las empresas periodísticas tienen sus intereses y sus líneas editoriales, pero ello no es óbice para que no sean representativos y veraces en sus informaciones. Los lectores y clientes publicitarios privados son libres para castigarnos. Las instituciones públicas son diferentes. Deben de hacer un reparto equitativo de la publicidad, basándose en difusión y audiencia, pero sin ninguna discriminación. Sentencias judiciales del Supremo así lo determinan, incluso llegando a inhabilitar a dirigentes políticos. Esto es sólo un aviso a ‘navegantes’.
Desde este medio sólo puedo decir que seguiremos ofreciendo un periodismo digno y abierto a toda la sociedad lanzaroteña y canaria.
Intentar amordazarnos, pretender silenciar determinadas actuaciones y ‘aspirar’ a reducir el espacio de libertad y crítica dentro de los límites constitucionales, podría tener efectos ‘boomerang’ para aquellos que por su falta de visión y talante democrático, solo pueden mirarse el ombligo como parte de un todo.