Domingo, 14 Diciembre 2025
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DESDE MI ISLA ATLÁNTICA. Por Antonio Coll

Con la aprobación de el Plan Territorial de Grandes Equipamientos Comerciales por parte del Gobierno de Canarias, normativa que ofrece vía libre a las multinacionales dedicadas a la alimentación y productos comerciales, suscita de nuevo en Lanzarote el debate entre las pymes locales, ante el temor de una competencia que no podrán asumir, condenando al comercio tradicional insular a una supuesta desaparición. Lo empresarios lanzaroteños son conscientes de que representa una seria amenaza y ponen en peligro muchos puestos de trabajo estables que no podrán asumir las nuevas grandes superficies o centros comerciales. El Plan prevé más 1.650 metros cuadrados para las mismas y 6.000 m2 para los grandes centros. La llegada de Hiperdino hace muchos años y la reciente implantación de la firma Lild, en opinión de muchos consumidores, no ha supuesto mejoras significativas para el ahorro de las familias lanzaroteñas. Es más, la reciente sanción a Lild por irregularidades en materia laboral, no es para echar voladores por el anuncio de determinadas multinacionales de implantarse en Lanzarote. Con estas valoraciones o reflexiones, no intento persuadir o ponerme en contra de la entrada de nuevos centros comerciales o grandes superficies, en cuanto la economía de mercado y el libre comercio permiten legalmente la entrada de los mismos. Solo propongo que el gobierno insular, en este periodo de alegaciones al nuevo plan, que finaliza el próximo 12 de septiembre, marque una hoja de ruta, con estrategias territoriales en de busca de equilibrios y menos perjudiciales para nuestros comerciantes. Por supuesto, la polémica está servida y, si bien, un alto número de consumidores lo que desean es que haya más competitividad a fin de abaratar la cesta de la compra, por otro lado, están los empresarios lanzaroteños a los que se les debe ayudar para que sus negocios no se vean mermados y, entre todos, puedan convivir y las riquezas generadas por las multinacionales de alguna forma puedan repercutir de forma significativa en la isla.

30 años después, de la crisis política a la económicaEl 1 de agosto de 1981, apareció el primer número del semanario Lancelot. Fue la noticia del verano en una isla en la que casi todo estaba en calma; no existía “opinión pública” ni medios de comunicación que pensaran y hablaran en lanzaroteño. En esas fechas, la isla estaba desamparada, no existían lobbies económicos ni políticos de influencia y la clase, digamos más intelectual, era más bien residual y anónima, precisamente por falta de tribunas para debatir y plasmar los mensajes necesarios para conseguir metas sociales, políticas y económicas. No obstante, era una época de transición política y aún permanecían los ecos del intento de golpe de estado del 23F. Los aíres de libertad llegaban a cuenta gotas. Por otro lado, en la isla estaba todo por hacer y la economía se tambaleaba al ir desapareciendo paulatinamente sectores de antaño como la agricultura y la pesca. El turismo florecía con fuerza hasta hoy que, como es sabido, ha trasmutado valores, modos de vida, usos sociales y costumbres. Posiblemente, Lanzarote no ha sabido sacar provecho de su potencial riqueza, en parte por una clase política poco cualificada, torpe y de poca visión de futuro. Hoy en el 2011, Lanzarote carece de importantísimas infraestructuras y su crecimiento ha sido desigual. El ejemplo lo tenemos en Arrecife donde no ha sabido crecer de forma inteligente y aún se echa en falta planes que puedan corregir los errores del pasado. La crisis financiera y económica internacional ha puesto de relieve que Lanzarote no aprovechó su época dorada y los frágiles cimientos implantados ahora nos pasa factura. La avaricia de unos y el clientelismo y enchufismo practicado por la clase política desde hace más de veinte años nos ha convertido ahora en rehenes de nosotros mismos, si saber bien nuestro destino. Las escalofriantes deudas de nuestras administraciones y empresas públicas envuelven el futuro de la isla en una gran incertidumbre. Corregir las “malas prácticas” y los deberes mal hechos supone grandes esfuerzos y sacrificios y ello supondrá perder cotas del bienestar que hasta hace poco disfrutábamos con mucha alegría, sin mirar que al final el despilfarro nos llevaba a la tumba. La necesidad urgente de avanzar y diseñar una hoja de ruta inteligente y sólida será tarea ardua pero imprescindible porque de lo contrario nos encontraremos con caminos muy empedrados y un futuro desolador.
La hemeroteca del semanario Lancelot -30 años después- sirve de notario independiente para comprender la evolución reciente de Lanzarote, en lo positivo, pero también en lo negativo. Ahora comprendo que la crisis interna ha sido más devastadora que la llegada del exterior. Que los dioses nos alumbre y podamos pronto remontar. Con más imaginación y menos “indignación”. Ahora es época de premiar el esfuerzo y erradicar los “privilegios” de antaño.
Lanzarote es patrimonio de todos y no de unos pocos.


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