OPINIÓN. Medidas o soluciones
LA CHINA EN EL ZAPATO. Por José Ignacio Sánchez Rubio, abogado y economista
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Terminarán diciendo ustedes que soy un pesado, si no lo han pensado ya, con esto del euro y la peseta. La verdad es que el Gobierno del PP está tomando medidas; es indiscutible que, desde el mes de enero, no hay viernes en que no se acuerde en Consejo de Ministros la toma de medidas que corrijan la deriva de nuestra economía.
El gran problema que nuestros actuales gobernantes no ven, o no quieren afrontar, es que las medidas que se están tomando ahora habrían producido un efecto positivo importante de haberse adoptado hace dos años. Ahora son escasas y tardías. Y no sólo eso sino que, como básicamente solo reducen el gasto corriente público, producen otro efecto aun más pernicioso como es la disminución del consumo que también está malparado. Aunque no existe una correspondencia exacta entre las situaciones yo les invito a que piensen en la que atraviesan nuestro país y nuestras empresas. Como si se tratara de un círculo vicioso, no podemos precisar si van mal las empresas porque el país va mal, o es a la inversa. Lo cierto es que hemos de asumir que nuestro problema fundamental, el de nuestro país y el de nuestras empresas, es la falta de liquidez. Las arcas del Estado, las de las empresas, las de los bancos y la personal de cada uno, están secas. Y eso origina que no podamos pagar nuestras deudas atrasadas.
Y a nuestro Gobierno se le ocurre lo que se habría ocurrido a cualquiera de nosotros: reducir gastos. Pero ello, solo frena el aumento de las pérdidas y, si no se mantienen o se aumentan los ingresos, el resultado final es que nunca terminaremos de pagar lo que debemos que, además, se estará continuamente incrementando con los intereses.
El Estado, relativamente, lo tiene más fácil que las empresas y los particulares porque puede seguir endeudándose, aún a costa de que llegue el momento en que sus disponibilidades no alcancen ni para pagar los intereses y, en ese momento, habrá llegado la quiebra.
Las empresas y los particulares lo tenemos más difícil. En realidad lo tenemos casi imposible porque el crédito está prácticamente cerrado y ni aún volviendo a resucitar esas figuras, antaño reinas de las finanzas, como son la letra y el pagaré, la cosa se resuelve. Porque al margen de que a su vencimiento pueden resultar impagados, los bancos también han reducido de forma considerable, cuando no extinguido, las líneas de descuento. Con lo cual seguimos en las mismas.
Como señalo anteriormente nuestro problema capital es la falta de circulación monetaria. El dinero no circula. Y no circula porque no lo tenemos. Haberlo hailo, como se predica de las meigas, pero no está en nuestros bolsillos, ni tampoco en el de nuestras empresas, ni los bancos lo tienen porque lo único que tienen son trampas y vividores. Y del Estado, qué les voy a contar cuando tiene que estar vendiendo deuda pública para poder pagar a los funcionarios y atender al vencimiento de otra deuda emitida anteriormente. Es como cuando cualquiera de nosotros va a pedir un crédito para poder pagar otro anterior vencido.
Por eso estas medidas son insuficientes y extemporáneas. Insuficientes porque no reactivan la producción y el consumo; y extemporáneas porque había que haberlas tomado hace dos años y ahora solo contribuyen a agravar la crisis. Y si no, fíjense ustedes en dos indicadores económicos importantes; al momento de escribir estas líneas el Ibex 35 lucha por mantenerse en 6.200 (la cotización que tenía hace 9 años), y la prima de riesgo por encima de los 510 puntos.
Yo, con la legitimidad que me da ser español, quiero levantar desde aquí un banderín de enganche. Alguien tiene que decirlo y no soy el único. No se trata ya de seguir manteniendo el tipo. Para mantener el tipo hace falta dinero y no lo tenemos. Lo que yo pido desde esta tribuna que me brinda el Semanario Lancelot es que abandonemos el Euro y volvamos a nuestra peseta, con todo lo que ello conlleva. Y soy plenamente consciente de lo que digo. Porque mientras no tengamos nuestra propia moneda, sobre la que podamos actuar, no volverá a haber liquidez y seguiremos debilitándonos poco a poco hasta llegar a la inanición. Y no soy pesimista. Recuerden aquello de que un pesimista no es otra cosa que una persona bien informada. Yo soy realista.
Y por eso les digo que, por el camino que llevamos, sólo va a quedarle al Gobierno una medida que tomar: la de la caja de madera de pino que nos va a albergar.