OPINIÓN. Para muestra, un botón
Un caso “menor”, símbolo del desdén hacia el ciudadanos con el que muchas veces actúan los gestores políticos
Un caso que puede aparecer como nimio en medio de la maraña de problemas realmente importantes, puede no obstante ser por estos días un símbolo, una muestra, de la intolerable actitud que adoptan con exasperante frecuencia nuestros gestores políticos. Me refiero al caso de la Estación de Guaguas interurbanas en Arrecife. Su edificio principal está en obras de remodelación –bienvenida sea- desde abril pasado, y por lo tanto, cerrado a los numerosos usuarios que concurren allí diariamente, tanto residentes como turistas. Los trabajos tendrían que haber concluido, como máximo, el 5 de agosto pasado. A día de hoy, no están no obstante finalizados. Este medio de comunicación consultó los motivos del retraso. La respuesta llegó varios días después, en modo de nota de prensa, a todos los medios de comunicación, explicando que se ha decidido ampliar el proyecto, y por lo tanto seguirá cerrada al menos hasta inicios del próximo año. No obstante, la fase prevista inicialmente no está concluida, y no se explican los motivos.
Nadie fue capaz, durante estos dos meses y medio de retraso, de explicarle a los usuarios por qué la Estación de Guaguas sigue cerrada, siendo que en su fachada pende el cartel de obra, con la fecha de conclusión: 5/8/2010. Tuvo que ser necesaria la pregunta de este medio de comunicación –que pudiera haber sido cualquier otro que se interesase en el tema- para que desde el Cabildo –responsable de esas obras- reaccionasen y dieses sus explicaciones-justificaciones.
Esto se convierte así en un botón de muestra del desdén y en ocasiones hasta poco respeto con el que suelen actuar muchísimos gestores políticos hacia los ciudadanos, que son quienes los han puesto allí, quienes pagan sus sueldos y a quienes deben –o deberían- servir. Y da igual del partido que sean, tanto de los que gobiernan ahora como de los que gobernaban antes, ya que esa actitud de desdén está, penosamente, bastante generalizada.
Nos consta que los actuales gobernantes en el Cabildo de Lanzarote están emprendiendo importantes acciones de gestión; tal vez menos de las que muchos quisieron pero con seguridad más que quienes les antecedieron. Y nos consta también que el presidente insular y sus consejeros están metidos de lleno en temas trascendentales para la isla, intentando sacarlos adelante. Pero los temas ‘menores’, que suelen ser en definitiva aquellos con los que se ‘tropiezan’ los ciudadanos todos los días, también importan. Y no explicar por qué un servicio que debería estar activo desde hace mes, sigue inoperativo, y en el caso qiue nos ocupa, con un aspecto que se asemeja mucho al abandono.
Y aunque insisto, creo que el tema de la Estación de Guaguas puede ser menor, si en algún momento, como ocurrió en junio pasado, tiene una importancia como para que el presidente del Cabildo y dos consejeros ocupen una de sus mañanas de trabajo en ir a visitar las obras y confirmar la fecha de apertura, con foto de la visita y nota de prensa distribuida a los medios, no puede dejar de tener importancia alguna como para no haber dado explicación alguna.
Esto, además ‘sacarse de la manga’ ahora una ampliación del proyecto que demuestra, además, cómo se planifican aquí muchas cosas, que una obra ni siquiera concluida pasa a ser ampliada, y así estaremos sin Estación de Guaguas a lo largo de un año, en el mejor de los caso. Tal vez sería bueno, antes de emprender cada obra, pensar qué es todo lo que el sitio en cuestión necesita, aunque esto parezca una verdad o reflexión de perogrullo.
Tampoco es de recibo la política de comunicación que se utiliza en este caso para justificar el mencionado desdén hacia el ciudadano y tanto dislate, ya que en lugar de informar que hay un retraso en las obras, explicar las causas y pedir disculpas a los ciuadanos, envían una nota de prensa con el título “Transportes invierte 200.000 euros más en mejorar sustancialmente la Estación de Guaguas”. Como dice el anuncio de TV, “yo no soy tonto”. O al menos, no en este caso.
Carlos Serenelli