Domingo, 14 Diciembre 2025
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EL FORO DE LOS BALBOS. Por Mar Arias Couce

Me gusta mucho el cine. Antes, cuando era posible salir de casa sin quince bolsas con juguetes, chaquetas por si hace frío, comida por si hay hambre y otras mil posibilidades más que se presentan a diario cuando hay niños por medio, antes cuando mi vida era mía y no de ellos, iba mucho al cine. Todas las semanas al menos una vez. Y si era posible, dos. Y nunca, jamás, excluía de mi lista de películas, las que llevaban el sello de cine español. Hay muy buen cine español, y yo no creo que la gente deje de ver una determinada película por su nacionalidad, aunque no niego que las cintas comerciales americanas siempre (al margen de su calidad) se llevarán la palma, pero creo que el quid no está en su origen, sino en su temática.

No hace demasiado tiempo que nuestros magníficos cineastas se han dado cuenta de que pueden hacer muy buenas películas alejadas del cine histórico y realista, que está muy bien, pero a una gran parte de la población le ha acabado aburriendo. Cuando se han creído que son capaces de hacer, y muy bien, películas de género, terror, aventuras, cine policíaco o de suspense, nos hemos dado cuenta todos los demás de que no existe (o no debería existir) ese sello genérico con el que muchas personas tachan al cine patrio para descalificarlo. “A esa no voy que es española”. Hay buen cine o mal cine, y si una película está bien hecha, cuenta una buena historia y tiene buenos actores, da igual de dónde sea. Hay que ir a verla.

La semana pasada me tocaba analizar la situación del cine en la isla y me encontraba con un panorama desolador. La gente va cada vez menos al cine. Las descargas, los precios y la crisis, en general, ha convertido el cine en un lujo, cuya pervivencia depende, en gran manera, de la visión romántica de los empresarios que lo sostienen. Pero, ¿imaginan que no hubiera una sala de cine en la isla? Hay películas que hay que ver en la gran pantalla porque dejan en nosotros una huella indeleble y un sabor especial (no a palomitas, precisamente).

Hay una película antigua que siempre me encandiló, “Cinema Paradiso”, una preciosa historia de un niño de un pueblecito italiano y su relación con el operador del cine local que le va enseñando todos sus secretos profesionales. Esa podría haber sido la historia del abuelo de mis hijos, el padre de mi marido, cuyo progenitor tenía varios cines en la isla, entre ellos el Díaz Pérez, primer cine de Lanzarote, y el primer cine Atlántida.

Si se cerrara, él, mi suegro, sería el primero en llevarse un disgusto, porque, a pesar de que los tiempos han cambiado, y el viejo cine se transformó en unos modernos y cómodos multicines, es parte de su historia. También de la mía. De la de todos.


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