OPINION. Sueños de psicoanálisis
EL FORO DE LOS BALBOS. Por Mar Arias Couce
Aumenta la tasa de paro, suben los impuestos, sube la cesta de la compra, desaparecen profesores del sistema educativo y médicos del sanitario por falta de presupuesto, nos hablan de copago… Con este panorama lo que más apetece al final del día es meterse en la cama y dejarse llevar en brazos de Morfeo a otro mundo mucho más agradable. Cuando es agradable, porque hay veces que soñar se convierte en una auténtica pesadilla, nunca mejor dicho.
A mis hijos, sobre todo al mayor, el otro aún no opina (bueno hace pedorretas con la boca constantemente y se ríe, a saber por qué motivo), le encanta que le cuenten cuentos de “misterio” por la noche. Él llama misterio a cualquier cosa que implique aventura, que es lo que le gusta, y a ser posible a una historia en la que salgan él y todos sus amigos. La narración, con esas premisas, ya engloba a una media de entre diez y catorce personas, porque, además, tenemos que salir sus padres y, por supuesto, su hermano con el que no puede estar más de dos minutos seguidos, pero al que echa de menos al tercero.
El otro día acabé inventándome una historia en la que un malvado grupo de malhechores (que no podían estar muy bien de la cabeza) robaban los juguetes a todos los niños de la isla para fundirlos y hacer un “Gormitti” gigantesco en la explanada de Guacimeta. La construcción del supermuñeco que, por supuesto, era malísimo tenía como fin tirar los aviones con los cuernos (no me pregunten cómo se me ha ocurrido semejante chorrada porque la respuesta la tendría que buscar en un psicoanalista y no está la economía para dispendios). El caso es que a mitad de la historia, en la que también salían amigos nuestros y por supuesto mi marido en actitud de Superman o Superpapá, el mayor se durmió con cara de felicidad y, después de otra media hora más, conseguí que el pequeño cerrara las ojos (no sé si dormía o fingía, pero a esas alturas con no oírle me conformaba).
Cuando me tocó el turno de irme a la cama, el gormiti gigantesco se presentó en mis sueños pero como imagen impresa en cartelería política. Osea, que en mi pesadilla, el bicho de goma con cuernos era el líder de un partido político con un programa electoral muy prometedor, o eso decía él (sí, sí, el bicho).
Si con esta temática voy al psiquiatra o me encierra directamente, o al hombre se le pasan las ganas de volver a ir a las urnas en su vida. Como siempre, a la mañana siguiente ellos se levantaron con sus lindas caritas relucientes, y yo con unas ojeras que me ocupaban media cara y cierto trauma interno que no sabía explicar. Seguro, que si semejante sujeto manejado por una banda de malhechores se presentara a los próximos comicios, contaría con un nutrido número de votos, aunque sólo fuera por su aspecto friqui. Miedo me da pensarlo, pero ahora también me da miedo dormirme.