OPINIÓN. Tareas estivales
EL FORO DE LOS BALBOS
. Por Mar Arias Couce
Tenemos por delante un verano complejo. Al margen del tiempo raro que está haciendo, que les viene de maravilla a todos aquellos agoreros vaticinadores que están deseando que llueva y haga frío en verano para recordarnos lo del cambio climático y el fin del universo para ‘ya mismito’, el fin de curso nos ha traído una innumerable lista de tareas y quehaceres para hacer con los niños. Bueno con el mayor, porque el pequeño con comer y dormir ya tiene bastante. Tal y como nos han aconsejado, el primogénito que es ‘listo, listísimo’, tiene, sin embargo, que trabajar con plastilina cada día un ratito por aquello de que las manos vayan cogiendo forma (¿forma de qué?) y los dedos fuerza (yo creo que si le doy un bote de nocilla sin cuchillo y un par de galletas, hace más ejercicio para untarlas); además caligrafía de números y letras para que no se olvide de lo que ha aprendido; tijeras y papel para hacer prácticas de recortes (la casa manga por hombro, ya lo estoy viendo); mucho ejercicio (¿sobre nosotros o en el suelo?, sería la pregunta evidente) porque es un niño con mucha vitalidad y tiene que descargar (y yo pensando que estaba endemoniado); playa (ya si me lo dicen como una obligación se me quitan hasta las ganas) para que le de el sol y siga descargando energía (no me hacen caso pero es mejor llamar a un cura); además hay que insistir en que se vista sólo, aunque vaya con la ropa del revés y enseñando las etiquetas, porque así adquiere autonomía (que más dará si no se van a ir de casa hasta los 40 años y para cuando se vayan a marchar, casi mejor que se queden porque ya estaremos para arrastre)… y todo esto sin presionarle, como quién no quiere la cosa. Por supuesto, este verano también será necesario reforzar las clases de natación del pasado año, para que vaya cogiendo estilo. Además, hay quién me ha recomendado que aprovechando el tiempo libre (¿libre?) de la criatura, podría apuntarle en estos meses a clases de inglés y que vaya iniciándose en un nuevo idioma. Ya me veo al niño cortando, pegando, coloreando, haciendo ejercicio al tiempo que toma el sol (con protección tropecientos por supuesto y una gorra bien grande no sea que le dé una insolación), practica idiomas y pega unas brazadas, trabaja con una mano la plastilina y con la otra rellena los cuadernos de caligrafía, y con los pies se quita y se pone el pantalón para el día de mañana saber vestirse como Dios manda. Entre todas las cosas que hay que comprarle para que no desperdicie el “tiempo libre” del verano, y todas las horas que nos vamos a tener que pasar vigilándole, mejor al cura lo llamo yo porque el exorcismo me lo van a tener que hacer a mí. A todo esto, el niño ha hecho un curso excelente y se hace los puzzles de cien piezas como rosquillas… ¿Cómo será la cosa cuando le queden siete?…