Domingo, 14 Diciembre 2025
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LA CHINA EN EL ZAPATO. Por José Ignacio Sánchez Rubio

Aunque cuando escribo estas líneas estamos en el día de los Santos Inocentes (titulo por cierto de una magnífica novela de Miguel Delibes), ciertamente no soy yo persona a la que le gusten demasiado las inocentadas propias de esta fecha. Por eso, no esperen ver en este escrito una broma que les gasto, aunque mi estilo de vida y, por ende, de mi trabajo, sea compatible con el buen humor.

Y esta entrada, y el título, vienen a cuento de que estos socialistas de mis entretelas parecen contumaces seguidores de la esencia de aquella otra obra que Lope de Vega escribió en mil seiscientos y poco, con el título de ‘El perro del hortelano’, ese que, según el refrán, ni come ni deja comer.

Y así parece ser, si reparamos en que, a pesar del bulle bulle que tienen los socialistas en su partido, después del morrocotudo traspiés de las dos pasadas elecciones y del pandemónium en que se ha convertido su sede de la calle Ferraz, aun les queda tiempo para atizarle al Partido Popular en la única forma que saben: con la pancarta y la huelga.

Digo mas arriba lo del perro del hortelano porque, a pesar de que han tenido casi ocho años para enriquecerse y arruinarnos y de que ya no tienen de dónde sacarnos un duro más, siguen empeñados en su unidad de destino en lo universal, que no es otra que, ya que no gobiernan ellos, que no puedan hacerlo tampoco los demás.

Miren ustedes: al día de hoy, cuando las cosas de la economía están como están, y antes de que las huestes de Mariano Rajoy hayan tenido siquiera la ocasión de conocer la profundidad del agujero en que los socialistas nos han metido, ya hay huelgas en marcha o convocadas de forma inminente por todas partes. A nivel nacional, en Air Europa, Iberia, Renfe; y de forma local en numerosos lugares como de carniceros en La Rioja, de estudiantes y docentes en Madrid, de transportistas en Madrid, Zaragoza y Barcelona, de limpieza en Alicante, de hostelería en Zaragoza, de empleados públicos en Madrid o, convocada por la CGT, huelga general de consumo, bajo el lema de “Por el reparto del trabajo y la riqueza”. Y todo esto, sin haberse adoptado todavía ninguna medida del nuevo gobierno. Un poco a semejanza de lo que sucede en los conciertos, pero al revés: que el público se pone a aplaudirle al director en cuanto sale al escenario, antes de saber si va a dirigir bien o mal.

Y, coincidencia, detrás de casi todas estas huelgas, como convocantes, están UGT y CCOO, o sea los sindicatos de trabajadores de la izquierda (porque de la derecha yo no conozco a ninguno). Estos sindicatos que, durante los últimos siete años y pico, han estado mas preocupados de cobrar del presupuesto, o sea, de todos nosotros, el precio del cariño que, en forma de aquietamiento social, le han venido profesando a Zapatero durante toda esta etapa de romance.

Ahora, cuando ya miles de políticos socialistas se han quedado sin trabajo, y es posible que otros miles que habían sido recolocados antes de que el Boss abandonara la Moncloa, se vean privados del chollo por mor de la revisión de esas recolocaciones, esos sindicatos plagados de liberados sindicales han empezado otra vez a ponerse a trabajar en lo que saben: en movilizarse y movilizar a los trabajadores. Yo me imagino que en estas movilizaciones no tienen cabida los cinco millones de parados ni el medio millón mas que parece que van a arrimarse a la situación de desempleo antes de esto empiece a remontar, porque los parados nunca le han interesado a los sindicatos. No hubo huelgas durante la dictadura socialista, pero ahora, cuando la voluntad mayoritaria de los españoles se levantó en protesta contra esa camada de vividores, ahora sí, ahora ha llegado el momento de “trabajar” poniendo palos en la rueda de la economía.

Cuando la única medicina posible para nuestra situación es la de la austeridad y la productividad, es cuando los sindicatos de la izquierda plantean, con las huelgas, el resolver la cuestión con esas dos medidas: más salario y menos producción.

¿Y quien va a ganar la batalla?, me pregunto yo. Si la pregunta se la hiciera a cualquier político, de cualquier ideología, me respondería sin dudar: “El estado de derecho”. Si le preguntáramos a un sindicalista, probablemente nos diría que “ganarán los obreros oprimidos por la tenaza capitalista manejada por la dictadura del PP”. Pero si le preguntáramos a cualquier ciudadano español, no metido a político ni a sindicalista, es muy probable que nos dijera: “Si alguien gana así, será el resto de los países de la Unión Europea, en particular Francia y Alemania, y, desde luego, lo que está claro es que perderemos todos los españoles”.

Y por eso me pregunto por qué todos estos atizamuchedumbres, en lugar de no producir bien ni servicio alguno y de persuadir a otros para que tampoco lo hagan, no se dedican a trabajar de verdad, a cambio de un salario, como hacen los demás, sus afiliados. Es muy probable que en esta sociedad sindicalizada, donde lo que prima es ser dirigente o liberado sindical -porque además de cobrar mas que los demás, sin aparecer por el trabajo, tienen asegurado el puesto-, la respuesta sea que esa función sindical no es en realidad una función, sino una profesión u oficio y su titular no sabe hacer otra cosa.


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