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¿Qué harán los ayuntamientos con el dinero sin invertir debido a la regla de gasto de Montoro?

José Feliciano Fernández Álvarez es Economista y Profesor Asociado de la Uned

 

  • Lancelot Digital
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    Los acuerdos firmados entre el Gobierno Central y la Federación Española de Municipios y Provincias suprimen la regla fiscal de contención del gasto para el 2020, un límite que el ex ministro Cristóbal Montoro puso a los ayuntamientos aunque estuviesen saneados para contener el gasto y dar prioridad a la estabilidad presupuestaria, y autorizan también el uso del superávit alcanzado en el pasado año 2019. Sus defensores opinaban que fue una norma aprobada para evitar el despilfarro en tiempos de bonanza y conseguir el ahorro para la época de vacas flacas, pero los más críticos sostenían que producía efectos depresivos en el crecimiento a escala local.

     

    A esto se añade que los pactos alcanzados entre la FEMP y el Estado también harán llegar buena parte de los tan esperados fondos de recuperación de la Unión Europea, que recién han sido acordados tras arduas y eternas reuniones entre los socios.

     

    Los entes locales tienen que reaccionar ante las consecuencias actuales producidas por la pandemia, y las que vendrán, estando plenamente justificado que establezcan planes para la recuperación económica de los sectores más afectados por la crisis.

     

    La hostelería, por ejemplo, ha sido uno de los más castigados por las normas que se han venido aprobando desde los poderes públicos desde la finalización del estado de alarma.

     

    Los ayuntamientos deberían incluir las ayudas a este sector entre los objetivos prioritarios a los que deben destinarse dichos fondos, y elaborar planes de contingencia que les permitan sobrevivir hasta que la situación mejore o, alternativamente, se encuentre una vacuna fiable.

     

    Por tanto, los ayuntamientos deben ser valientes y defender un sector que dinamiza la economía y el turismo, como es el de la hostelería.

     

    A nadie le agrada ver las zonas turísticas con los establecimientos al ralentí o directamente cerrados, pese a estar ya en plena temporada. Si no reciben ayuda, estos cierres transitorios pueden volverse permanentes y no solo cambiará el paisaje urbano, sino el modo de vida de buena parte de nuestra sociedad.

     

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