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Ricardo, "El Quijote"

 MariMar Duarte

 

  • Lancelot Digital
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    Se llama Ricardo pero en su parada, lo conocen por “El Quijote”. Taxista desde hace más de 15 años, vive con su pareja, de su misma profesión.

     

    Trabaja como conductor para el dueño de un taxi y se fija en las personas, en su formas de ser, en su educación y en la amabilidad con que entran y salen de su vehículo. Por él, ni les cobraría a algunos, agradecido por lo que le han enriquecido los exquisitos paliques mantenidos en los largos trayectos.

     

    Como buen observador, ya sabe el tipo de personas con las que el destino lo hace coincidir esos ratitos, en sus horas de trabajo. Los escucha cuando hablan por teléfono, el tipo de conversación, el tono de voz, las esperas en las contestaciones, los impulsos, los gritos o los silencios. A veces no le coincidían las imágenes que daban esas personas en la calle y los arrebatos chabacanos y vulgares que escuchaba en su taxi. Cinco minutos compartiendo tiempo y ya casi sabía una parte de sus vidas.

     

    Faltan árboles, en la isla faltan árboles, es su mantra casi en todos los comienzos de conversaciones con los clientes, cuando entra al coche. Viven muchas horas con las cabezas calientes, de estar al sol, es un riesgo laboral.

     

    No solo pide para todo el mundo, también para los taxistas de todas las paradas de la isla, porque tienen que elegir o estar al sol, o dentro del horno, que es en lo que se les convierte su herramienta de trabajo a ciertas horas del mediodía, él pedía árboles para toda la isla, para el disfrute de sus habitantes.

     

    En el silencio de las esperas y durante conversaciones con clientes, que son conectores directos con políticos de la isla, aprovechaba y les dejaba caer esta necesidad, implorando la presencia de árboles para las calles, desprovistas de naturaleza, de pajaritos, de sombras frescas, de hojas secas, poder dejar de vivir con espacios sin ellos.

     

    También cuando se encuentra en comidas sociales y de profesionales del taxi, Ricardo les comenta, año tras año la escasez de verde, de esa alegría que dan las plantas para la mente y para el alma o del movimiento alegre de las hojas al capricho del viento. Algunos de sus compañeros, asienten con la mirada mientras comen.

     

    ¡Ni se habían dado cuenta!

     

    Es tal la costumbre y los años pasados sin ellos que ni se habían percatado de esta enorme necesidad vital que tiene el ser humano con lo vegetal, en esta isla de Lanzarote.

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