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‘¡Salvemos la isla de Lanzarote!’, la vigencia de los alambres de Espino

Por Orlando Umpiérrez, secretario local de Coalición Canaria en Arrecife

 

En 1986, preocupado por el acelerado deterioro al que el PSOE estaba conduciendo a Lanzarote, César Manrique publicó un manifiesto titulado ¡Salvemos la isla de Lanzarote!
Aquel grito de socorro revelaba a un César comprometido y activista que acudió a los medios de comunicación, por enésima vez, en defensa del medio ambiente, la vida y el territorio de Canarias. El manifiesto fue redactado en un período de fuerte crecimiento urbanístico y de desgobierno insular, que continuó años después.

 

El manifiesto ha sido editado por la Fundación César Manrique en el marco de la exposición: César Manrique, palabra y compromiso: Al poder se le incomoda.


Hace bien la fundación que lleva el nombre de uno de los ciudadanos más significados de Lanzarote en recordarlo, y no estaría de más que, de paso, aclarase a qué poder se refería Manrique. Supongo que al de la Canarias de la época, porque como pudimos comprobar en su reciente visita, al ministro de Cultura, Jose Guirao, no se le notó incomodidad alguna. Hecho que, por otra parte, no nos debe extrañar debido al trato entusiasta, rayando en la veneración más servil, con la que los dirigentes de esa fundación tratan a la clase política de su cuerda, la misma a la que César acusó de permitir el caos urbanístico que presidió aquella época de “incomodo al poder”.


Qué pensaría hoy César de esta actitud de la fundación que lleva su nombre es algo que desconozco. No puedo saberlo porque carezco de la capacidad para hablar con el más allá que tienen los capos de la FCM, ya que ellos sí se arrogan la autoridad de saber que pensaría Manrique de esto o aquello, décadas después de su fallecimiento. Quizá incluso tengan una respuesta a qué pensaría nuestro genio universal sobre la conocida como Casa de las Cúpulas, esa suerte de barbarie arquitectónica erigida sobre una colada de lava, a imagen y semejanza de las que Manrique denunció en la década de los 80.


Esta exposición aborda la dimensión activista de César Manrique, su perfil más social y político. Es la voz crítica de una conciencia alarmada en defensa del territorio de Lanzarote y de las islas, a través de sus declaraciones y reivindicaciones planteadas en los medios de comunicación. Muestra a un artista concernido por su entorno, abrazado a la naturaleza y al patrimonio del lugar en el que nació; una palabra en carne viva, clara, directa, rebosante de conciencia y de desasosiego.


César Manrique reacciona contra la destrucción y la masificación turística de Lanzarote, critica la especulación, la política insensible entregada al dinero del PSOE, el incremento del parque automovilístico que favoreció el PSOE, la construcción de grandes hoteles que permitió el PSOE, los atentados paisajísticos que permitió el PSOE, las extracciones de áridos “autorizadas” por el PSOE… Todo ello en una isla cuyo Cabildo estuvo gobernado por el socialista Enrique Pérez Parrilla desde 1983 hasta 1987, presidente que posteriormente volvería a dirigir la institución en otros tres periodos (1994-1995 y 1997-2003). A la presencia socialista en el gobierno insular hay que unir en aquella época de denuncia de Manrique contra el poder establecido, al Gobierno de Canarias presidido por el socialista Jerónimo Saavedra desde 1983 y el Gobierno de España, con Felipe González, a partir de 1982.


He aquí uno de los fragmentos del manifiesto ¡Salvemos la isla de Lanzarote!:


“El enorme éxito de Lanzarote ha sido claro y transparente, debido al nivel de estilo y limpieza de lo que se ha realizado. Ante este evidente hecho de riqueza, lo lógico y elemental sería seguir la línea marcada para continuar enriqueciendo la vida en la isla, su progresión cultural y bienestar social, alcanzando un alto nivel de vida-cultura”.
“Pero ante la panorámica de un desbordante egoísmo destructivo que se cierne sobre la isla por parte de especuladores estúpidos y brutales (…) nosotros, los nacidos en tu tierra; los que sabemos de tu magia, de tu sabiduría, de tu importante vulcanología, de tu revolucionaria estética; los que hemos luchado por salvarte de tu sometido olvido histórico y de la pobreza que siempre tuviste, hoy empezamos a temblar de miedo al observar cómo te destruyen y masifican. Nos damos cuenta de la impotencia de nuestras denuncias y gritos de socorro ante la avaricia histérica de los especuladores y la falta de decisión de las autoridades, que permiten, y a veces estimulan, la destrucción irreversible de una isla que podría ser una de las de mayor prestigio y belleza de este planeta”.

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