PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Y fueron felices… ¿los dos? Las machistadas Disney

Nauzet Betancort

 

Desde nuestra más inocente y tierna infancia nos han colado los cuentos y VHS de las princesas y príncipes de Disney. ¿Pero nadie se paró a pensar en qué esos cuentos tenían poco de infantil y más de seguir retroalimentando el machismo?. Esa clase de machismo que anula el papel de la mujer y de la feminidad en general.

 

Se conocieron, se enamoraron, solventaron algún que otro bache, y el príncipe y la princesa fueron felices y comieron perdices. ¿Fin? Ni mucho menos. Esto acaba de empezar y, especialmente si son alguno de los personajes de Disney con sus traumas machistas y sus comportamientos sexistas asumidos, puede ser una relación larga, tediosa y de lo más complicada.

 

No nos equivoquemos que aquellas tiernas películas de la infancia son de todo menos un cuento de hadas. Si la Cenicienta nos dejó claro que, si te callas, limpias bien y centras tus preocupaciones en estar siempre mona, las posibilidades de dar el ‘braguetazo’ de tu vida son más que factibles; la Sirenita mandó otro mensaje claro: renuncia absolutamente a todo (incluso a que tu voz pueda ser escuchada) por unas bonitas piernas para adaptarte a las condiciones vitales que te ofrezca ‘el amor de tu vida’. Y qué decir de la "idílica" relación entre Bella y Bestia que empezó cuando ella fue secuestrada en casa de aquel energúmeno con claros problemas de personalidad y violento a más no poder al que, con su magia de princesa Disney, terminó por cambiar. ¿Qué bonito?

 

Todos esos “héroes” tenían voz con otros humanos. Pero todas esas princesas Disney no tenían ni siquiera amigos humanos. Sólo animalitos y tácitas. Y si querías triunfar te tenías que cortar el pelo como Mulán.

 

Ellos siempre llegaban y triunfaban. Para luego besar a la princesa dormida y sin consentimiento. ¿Qué más da si esta borracha, dormida, en coma o hechizada por una rueca.

 

Hasta en el cuento de Blancanieves y los 7 en enanitos la cuestionada era ella. No la querían y cuando la “aceptaron” fue después de preguntar si sabía limpiar y cocinar.

 

Muchas personas rechazan que se cuestionen los cuentos de Disney. Pero tiene su explicación. Poca autocrítica en cuestión de pensar que lo que nos han enseñado de pequeños, lo tradicional, y lo que estaba “bien visto” en ese momento está mal. Muy errado. Adoctrinaba a toda una infancia de niñas a ser sumisas y a esperar a su “príncipe azul” porque ya sería impensable que fuera una princesa arcoíris. O que simplemente quisiera quedarse soltera con su animal de compañía.

 

Disney nos enseñaba a temer a las brujas que envenenan para ser “la más guapa” pero no nos enseñó a temer a la iglesia que las quemaban y torturaban.

 

Que gran maestro fuiste Walt Disney. Quizás si te descongelaran algún día. Verías como tu cuento se está acabando….. Porque déjame contarte ahora yo una historia. Había una vez, príncipes que se volvieron feministas y que no buscaban a princesas sino que buscábamos al lobo para ser felices. Princesas que se salvaban a sí mismas y que quizás tampoco buscaran al príncipe sino a su princesa sin importar color. Que había  brujas que ayudaban a las princesas a escapar de sus torres para que no les tiraran de sus largas cabellera un príncipe que les hacía daño. Y qué las princesas quizás se querían marchar antes de las 00:00 porque el príncipe era más aburrido y bobo que el día de la marmota. Y no por miedo a convertirse en calabaza.

 

Todos estos mensajes tienen que ver con la socialización diferencial que hemos vivido todas las personas, que sigue muy vigente y que, en general, la cultura se ha encargado y se encarga de potenciar. Disney es un fuerte colaborador que da respaldo a que hoy en día sigan latentes las desigualdades de género. La compañía no es ni será la única que participe, pero lo cierto es que es un referente muy importante dentro de la maquinaria audiovisual que lleva transmitiendo este tipo de ideas desde el siglo pasado. El hecho es que la sociedad no se quiere cuestionar lo tradicional. No nos gusta reconocer que lo que hemos aprendido hasta ahora estuviese mal.

 

la permisividad generalizada con este tipo de mensajes machistas en los contenidos infantiles reside precisamente en el miedo de muchos adultos a aceptar que no todo tiempo pasado fue mejor.

 

Desde que nacemos se nos transmiten una serie de comportamientos permitidos. Por ejemplo, desarrollar y demostrar las emociones y los sentimientos está permitido para las chicas mientras que parece estar penalizado para los chicos. Este tipo de mensajes también nos llegan desde el mundo audiovisual que, de una manera indirecta, se convierte en una especie de guía de lo que debemos o no hacer, querer o aspirar a ser.

 

Al hombre no se le inculca la necesidad de desarrollar la capacidad de expresar las emociones y se deja la problemática de su posible violencia o machismo adquirido como un tema por resolver que queda en manos de la mujer Así, y ‘gracias’ a las ideas machistas aún intrínsecas en algunas películas, series, cuentos, juegos o juguetes, seguimos creyendo que las chicas y lo chicos somos muy diferentes en cuanto a nuestras capacidades, pensamientos, sentimientos y los distintos modos de expresarlos.

 

“Continuamos compartiendo un imaginario común que nos dificulta las relaciones y nos hace pensar en ideales inalcanzables respecto al aspecto físico, las expectativas socioeconómicas, las relaciones afectivas y de pareja e incluso sobre cuál es nuestro papel en la sociedad”, analiza la también educadora social.

 

“Mi hija es una princesita”

 

Incluso los ‘renovados’ personajes femeninos de Disney como Brave o Mulán son nunca mejor dicho las raras de la película: “No se ve con normalidad que hagan cosas diferentes a lo que se espera de ellas. El hecho de que sean mujeres guerreras o independientes no se plantea como una opción más, sino que se convierte en algo excepcional. Los dibujos siguen señalando a las mujeres rebeldes o con metas distintas como algo extraño.

 

La cuestión es, si cada vez más personas son conscientes de que transmitir estas ideas a los niños y niñas desemboca en comportamientos sexistas, ¿por qué continuamos evitando, por ejemplo, que un niño vista con una camisa rosa fucsia si es lo que quiere? “Al ser adultos vemos que existen todas estas diferencias, desventajas y desigualdades entre sexos y de manera racional muchas personas procuran acabar con ello. Pero en ocasiones estas convicciones chocan con nuestra parte emocional y terminamos reproduciendo una vez más lo enseñado, aunque conscientemente sepamos que está mal, por miedo a que el menor sea rechazado socialmente.

 

El hecho de que sean mujeres guerreras o independientes no se plantea como una opción más, sino que se convierte en algo excepcional.

 

El problema es que parte de la sociedad, es incapaz de admitir que exista esa desigualdad y que no se estén potenciando todas las capacidades de sus hijos porque “eso sería admitir que con ellos lo hicieron mal, que es necesario buscar soluciones y que sí o sí son también responsables.

 

Todavía hay mucha resistencia porque las personas no quieren cuestionar cómo las educaron y existen muchos intereses conservadores que hacen que algunas personas se tomen cualquier crítica como si te estuvieses metiendo con su propia identidad.

Comentarios (2)