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Privacidad en un mundo conectado

No podemos olvidar que la información publicada en la web es un activo de gran valor, no solo para delincuentes informáticos y hackers, si no también para las empresas

 

  • Lancelot Digital
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    Imagina que alguien les hubiera dicho a nuestros mayores hace 30 o 40 años que en el futuro existiría una herramienta que permitiría saber cualquier cosa y comunicar con cualquier persona del planeta al instante. Entonces hubiera resultado increíble. Hoy es moneda de uso común.

     

    La aparición de internet nos ha permitido estar conectados en todo momento y en (casi) todo lugar, llevando a la comunicación y al flujo de información a límites insospechados. La red ha cambiado de manera profunda la forma que tenemos de interactuar, de expresarnos, de relacionarnos, de estudiar y de trabajar, de entretenernos, y, en general, de comunicarnos; de intercambiar y acceder a la información que buscamos y que transmitimos.

     

    Esta tendencia hacia la digitalización y la interconexión se ha ido acentuando a medida que se ha ido desarrollando la tecnología y se han ido poniendo a nuestra disposición dispositivos más y más potentes, portables y manejables, con capacidad de tener acceso a este tipo de servicios. A día de hoy, nuestra conexión a internet es prácticamente permanente, y abarca la gran mayoría de las esferas de nuestras vidas, desde aquellas que pertenecen al ámbito personal y afectivo, como otras relativas a nuestras relaciones laborales, nuestros proyectos empresariales, nuestras finanzas, nuestra salud o nuestras relaciones con la administración.

     

    Esto tiene consecuencias tanto positivas como negativas. Por un lado, nos permite realizar nuestras gestiones de manera más cómoda, rápida y desde cualquier lugar, y abre las puertas a nuevas formas de trabajar que se ajusten más a las circunstancias personales de cada empresa y de cada trabajador. Además, nos proporciona acceso a una cantidad impresionante de información, nos permite estar en contacto con nuestros seres queridos, y ayuda a dar voz a personas que, sin internet, no la tendrían.

    Por otro, la generalización de su uso ha creado una serie de amenazas y ha generado una serie de retos que ponen en jaque a cada vez más usuarios, y plantean algunas dudas acerca de la correcta utilización de estos sistemas.

     

    Uno de estos retos —uno de los que más se menciona y se trata en tiempos recientes— es el asunto de la privacidad. La información que se publica en la web es un activo de gran valor, no solo para delincuentes informáticos y hackers, si no también para multitud de empresas, que la utilizan como moneda de cambio para monetizar sus servicios (muchos de ellos, hasta entonces, considerados gratuitos). Es precisamente esta información la que hace que corporaciones como Google, Twitter, Facebook u otras empresas tecnológicas y plataformas de comunicación digital hayan ascendido a las posiciones de influencia y poder que ostentan en los tiempos recientes.

     

    Esta preocupación ha motivado que se dispare la demanda de productos como las VPNs que ayudan a preservar la privacidad de los usuarios evitando que las conexiones se rastreen por parte de los operadores.

     

    No son infrecuentes los escándalos que han azotado a algunas de estas entidades últimamente, y que han puesto de manifiesto la delicadeza de la cuestión de la que hablamos, junto con la necesidad de exigir un trato más transparente y seguro de los datos de los usuarios. La pandemia de Coronavirus y los mecanismos de vigilancia y control ciudadano mediante a los cuales han reaccionado determinados gobiernos y agencias gubernamentales, no ha hecho más que aumentar las dudas acerca de la legitimidad en los tratamientos de información por parte de las entidades que gestionan esa información (como son las grandes empresas tecnológicas, determinadas plataformas web y determinadas desarrolladores de aplicaciones, algunos de los principales operadores telefónicos, o ciertos organismos administrativos y estatales). Además, sacan a la luz las incertidumbres que rodean a los protocolos de protección de datos que existen en la actualidad.

     

    Tener una cámara o un micrófono en el ordenador o en el móvil, acceder a una información particular desde determinados buscadores, o comunicarse a través de según qué aplicaciones de mensajería instantánea puede suponer meterse a los suministradores de algunos de esos servicios en casa —aunque su incursión figure bajo el pretexto, real o falso, de mejorar la calidad del servicio o la experiencia de usuario—, cederles parte de nuestra intimidad, y admitir que pueda comerciarse con nuestros datos.

     

    Es por ello que, además de exigir una legislación que garantice el uso adecuado de nuestra información y asegure nuestro derecho a la privacidad, debemos seguir todas las recomendaciones adicionales de seguridad a la hora de navegar por la red (evitar subir o compartir contenido sensible o confidencial, asegurarnos acerca de la legitimidad de los destinatarios de la información que enviamos, navegar solo por buscadores que garanticen la privacidad de sus usuarios, leer siempre los términos del servicio antes de aceptarlos y hacer uso de ellos, confiar solo en sitios seguros con cifrados seguros, utilizar una VPN para añadir una capa adicional de protección, etc.). Esto nos ayudará a conectarnos de forma más segura, comunicarnos y hacer gestiones digitales reduciendo los riesgos de ser víctimas de fraudes o ciber-crímenes, e impedir, en la medida de lo posible, que se haga uso de la información que proporcionamos a través de nuestras interacciones en la red sin nuestro consentimiento.