En España hay 21 millones de autónomos
- Lancelot Digital
Los tres millones de autónomos que hay en España van a la huelga el próximo 30 de noviembre. Su objetivo es protestar por las excesivas cargas sociales y fiscales que soportan, y tienen toda la razón. Desde el punto de vista social, es obvio que deberían tener los mismos derechos que un trabajador asalariado: derecho a bajas laborales remuneradas, a seguro de desempleo, peticiones más que lógicas. También lo son las relacionadas con la excesiva carga fiscal que soportan, pero en este caso, a la mayoría de los ciudadanos nos faltan conocimientos, porque lo cierto es que desde el punto de vista fiscal se podría afirmar que este país hay 21 millones de autónomos. Tanto unos como otros pagan más del 40% del salario que perciben al Estado en impuestos.
Impuestos que lastran los salarios
Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor. Un autónomo que gana 2.000 euros brutos paga una base de cotizaciones de más de 300 euros más un 21% de IRPF, es decir cerca de 800 euros, con lo que percibe 1.200 euros. Si hablamos de un trabajador asalariado que cobra 1.200 euros encontramos que su empresa paga por él 800 euros, es decir tendría un sueldo de 2.000 euros brutos. Hablamos de un 40% en ambos casos. Si cobra 1.500 netos, hablamos de un salario bruto de 2.500 euros. Si el sueldo es de 1.800 euros netos, serían 3.000 euros brutos. Y así podríamos seguir. Y es que ese 40% que se le quita al trabajador de su nómina es lo que se denomina el impuesto al trabajo.
¿Y si recibieras tu nómina bruta completa? Sabrías lo que realmente pagas
Ya el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, realizó un alegato contra los elevados impuestos que lastran los salarios en España, defendiendo además que los trabajadores deberían cobrar su sueldo en bruto para que sean conscientes de lo que suponen las cotizaciones sociales y otras cargas para las empresas. Lo cierto es que la mayoría desconoce cuanto aporta a las arcas del Estado cada mes. Al final, más que una disputa entre autónomos y asalariados, lo que asoma es una estructura fiscal opaca y pesada que nadie parece dispuesto a explicar con claridad. Quizá ha llegado el momento de abrir las ventanas, hablar sin eufemismos y asumir que sostener el sistema no puede recaer siempre en los mismos. Porque si tanto unos como otros cargan con el mismo peso, la verdadera pregunta no es quién paga más, sino por qué seguimos sin saber exactamente a dónde va cada euro que entregamos. Y sobre todo, si ese esfuerzo vuelve —algún día— en forma de derechos reales.
