Las tres obras de nunca acabar de Lanzarote

- Lancelot Digital
En Lanzarote nos tomamos nuestro tiempo para hacer las cosas bien… algunas cosas porque otras se convierten directamente en eternas promesas sin cumplir. En concreto hay tres obras que son el símbolo perfecto de un mismo mal insular: la parálisis crónica. Hablamos del Pabellón de Argana, pendiente desde hace 12 años; de la Piscina de Tías, desde hace 15 años, y del edificio polivalente del Hospital Molina Orosa, más conocido como Hospitalito, que se sacó por vía de emergencia en 2020 y que sigue cerrado. Pero vayamos por partes.
15 años y ni un solo chapuzón
La primera piedra de la piscina municipal de Tías se colocó en 2010. Se prometió un plazo de seis meses y costó más de un millón de euros. Hoy, quince años después, la piscina municipal de Tías sigue sin llenarse. Entre pliegos, cesiones y anuncios de “apertura inminente”, el vaso vacío se ha convertido en un espejo perfecto de la gestión pública: mucha licitación, poca ejecución. Mientras tanto, generaciones enteras de vecinos han aprendido a nadar en la paciencia. ¿La veremos abierta alguna vez?
12 años de espera
Doce años después de su construcción, el pabellón de Argana Alta sigue sin ver un balón botar. Cerrado desde 2013 por deficiencias estructurales, su reapertura ha pasado por más anuncios que partidos. En 2022 se aprobó el proyecto de rehabilitación, en 2023 se iniciaron las obras, y en 2025 nos dijeron qu ella sólo faltaba “solo un trámite”. Mientras tanto, en el barrio más poblado de Arrecife, los vecinos se han acostumbrado a mirar las luces apagadas del edificio como un recordatorio: cuando la burocracia se entrena, el deporte se queda en el banquillo.
Urgencias poco urgentes
El edificio polivalente del Hospital Molina Orosa, el Hospitalito, se levantó en plena pandemia, allá por 2020, con carácter de emergencia, pero cuatro años después sigue sin abrirse. La obra costó unos quince millones de euros y, aunque está terminado, no está recepcionado. ¿Por qué? Faltan informes, certificados, detalles técnicos… lo de siempre. El edificio que debía simbolizar la respuesta rápida del sistema sanitario se ha convertido en otro monumento a la lentitud.
Los lanzaroteños están acostumbrados a esperar, pero en estos tres casos, la cosa se ha ido un poco de las manos de los administradores. En cualquier caso, lo cierto es que las promesas siguen sobre la mesa y cada año que pasa, la paciencia ciudadana se agrieta un poco más.