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Los “carabineros” de La Santa ¿por las nubes?

 

 

  • Lancelot Digital
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    Desde hace meses la restauración de Lanzarote cuenta con un nuevo producto del mar de alto nivel culinario, los llamados carabineros de La Santa. De La Santa porque son los pescadores de allí los que han inventado la técnica para poder capturar unos 30 kilos diarios, al igual que en su día hicieron con la gamba. Ambos productos son muy valorados. Pero lo cierto es que algunos restaurantes de la isla (de momento, vamos a obviar nombres y apellidos) están poniendo precios que pueden ser claramente abusivos por no tildarlos de “estafa”.  A veces por un carabinero mediano, de menos de 100 gramos, cobran entre 18 y 20 euros. Algunos turistas se han llevado las manos a la cabeza del susto. Es cierto que es un producto caro y valorado, sobre todo en algunas fechas del año. Pero que sepan todos los consumidores que el pescador vende al restaurante el producto por, entre 70 y 80 euros el kilo, por el que suele entrar 7 u 8 unidades, dependiendo del peso, que suele ser de entre 100 y 150 gramos, normalmente. 

     

     

    Un producto “bueno”, pero caro

     

     

    Los restauradores se excusan en poner la unidad del llamado carabinero de La Santa a una media de 20 euros, en algunos cobran hasta 22 euros la unidad dependiendo del tamaño, porque no le sale rentable si bajan el precio. Siendo en parte cierto, no lo es menos, que sabe a poco pagar 18 o 20 euros por un carabinero que a veces, no pesan ni 100 gramos crudos, y en el que se reduce a 50 gramos la parte comestible, una vez se pasa por la plancha. Lo dicho, no decimos que sea caro o barato, porque cada uno sabe lo que está dispuesto a pagar por lo que consume. Otra cosa es que algunos turistas puedan sentirse engañados y se acabe con la gallina de los huevos de oro. En cualquier caso, queremos destacar el esfuerzo que hace los pescadores de La Santa por promocionar el llamado producto “kilómetro cero” y por haber buscado otra fuente de economía. Esperemos que todos ganen, pero también el consumidor final, que es el que al final paga. Hay que cuidar al turista, que, por cierto, llena los buenos restaurantes de la isla.

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