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Algo huele a podrido

 Mar Arias

 

 

A una chica la agreden y no la violan porque tiene la fuerza suficiente como para zafarse del individuo y éste sale a la calle, a los pocos días, sin ningún tipo de condena, por ser menor de edad. No lo comprendo.

 

Si la chica le hubiera herido en legítima defensa se habría enfrentado a todo el peso de la Ley, por no ser ella menor de edad. No comprendo un sistema judicial en que siempre somos nosotras la parte magullada y herida.

 

Si una manada viene a violarnos, tenemos que justificar nuestro atuendo, las horas a las que estábamos en la calle y nuestro pasado remoto porque si nos violan, será por algo… o eso se interpreta.

 

No comprendo cómo no hay medidas reguladas para este tipo de agresores en potencia. Puede que hoy sean menores de edad, pero cumplirán años y ya saben que están en un sistema en que se pueden hacer “cosas reprobables” y no pagar por ello.

 

Me da igual que el chico en cuestión fuera un inmigrante llegado en patera o uno del pueblo de al lado, británico, francés, de Zaragoza o de Teguise, este problema no tiene nada que ver con la nacionalidad. Es otra cosa lo terrorífico, lo que me da dolor de cabeza… lo que me preocupa es la impunidad. La falta de responsabilidad con la que se pueden mover estos tipos. Y con estos tipos me refiero a los maltratadores, violadores, pendencieros, violentos, abusadores, canallas, hijos de puta y malas personas que creen que todo lo que ven les pertenece, que es suyo, que pueden apropiárselo y tomarlo por la fuerza. Que se lo merecen todo y nadie puede tocarles un pelo.

 

Ellos son la semilla de los que mañana tirarán por la ventana a su mujer o matarán a sus hijos el día de la Madre sólo para ‘molestar’ a la persona que, un día, en un pasado remoto, compartió la vida con ellos, pero, afortunadamente, se dio cuenta de que la cosa iba a acabar mal y dio un paso atrás. Ni eso podemos hacer. Ni rectificar nos dejan.

 

No son nuestras minifaldas, ni nuestra tolerancia al alcohol, no son nuestros muchos o pocos novios, no es nuestro pintalabios, ni nuestras medias supuestamente provocativas… no somos nosotras las que tenemos el problema. Pero somos las que sufrimos todas las consecuencias de este sistema que no nos protege.

 

Algo estamos haciendo muy mal cuando no cesan las muertes, ni las violaciones, ni los abusos… Algo huele a podrido y no, no es en Dinamarca.

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