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Dos menores inmigrantes hablan de su vida en Lanzarote

Llegaron a la isla en patera hace tres años y trabajan día a día por labrarse un futuro 

 

 

  • M.A.C.
  • Jesús Betancort
  •  

    Canarias acoge en la actualidad a 5.370 menores migrantes no acompañados y no puede más. La solidaridad del resto de las comunidades autónomas ante el drama social que afecta a las islas por la crisis migratoria no ha funcionado. El sistema y las infraestructuras de las islas están excesivamente tensionados y el Gobierno de Clavijo exige al Estado que se modifique la Ley de manera urgente para que esta responsabilidad no recaiga solo en Canarias.  Aunque el resto del país mire para otro lado, el problema está ahí, y cuando se vive de cerca es mucho más doloroso. Hablamos con dos menores afectados que llevan desde su adolescencia en Lanzarote tras cruzar el mar y dejar atrás a sus familias.

     

    Uno tenía catorce años y otro quince cuando decidieron subir en una patera para atravesar el océano hasta llegar a Canarias. Los padres de uno, no lo sabían, los padres del otro estuvieron de acuerdo con él y asumieron los riesgos del viaje. Ninguno de los dos se imaginó de niño viviendo tan lejos de su casa, pero ambos sabían que era necesario hacerlo para tener un futuro mejor.

     

    Badru y Farid se han adaptado a la isla y creen que acabarán totalmente integrados en la sociedad española porque es lo que quieren, estudiar y trabajar aquí. No se llaman Badru y Farid, pero la Ley protege su identidad por ser menores de edad, así que estos serán sus nombres en este relato. Quien lo escribe tiene un hijo de la edad que tienen ellos ahora y otro, de la edad que tenían cuando arriesgaron su vida en el mar. Es difícil ponerse en la piel de sus madres.

     

    Badru decidió embarcarse en una patera rumbo a Canarias por su cuenta y riesgo, sin decirle nada a sus padres. Solo lo sabía su tío, que le ayudó a organizarlo, pero él mismo pagó el trayecto. Dos mil y pico euros. Eso es lo que cuesta la promesa de una vida mejor. Eso y el riesgo de que la patera, por inclemencias del tiempo, se hunda y sus pasajeros mueran en el trayecto. Badru lo sabía, pero corrió el riesgo. Tardó tres días en llegar a Canarias desde su pueblo, en Beni Mellal y se le hicieron largos. Sin comida y sin bebida, y, no obstante, asegura que a él le trataron muy bien porque era el más pequeño de todos. Por suerte, no tuvieron mala mar. Tenía entonces14 años, ahora tiene 17 y medio y estudia bachiller como cualquier otro joven de su edad. “Recuerdo que no llegamos a tierra, vino un barco de Salvamar a por nosotros y nos llevaron a unas instalaciones. Allí nos dieron comida, ropa y a mí me llevaron a un centro de menores, el de La Santa, donde sigo a día de hoy”, explica. “Quiero seguir estudiando y me gustaría hacer el ciclo de integración social o algo de mecánica y quedarme en España, y trabajar aquí, en la isla o en la península”.

     

    Lo primero que hizo, en cuanto se lo permitieron fue llamar a su madre, que estaba muy asustada. “Se puso a llorar al teléfono, estaba muy triste, pero yo sé que ahora se alegran por mí”, señala.

     

    Los inicios no fueron sencillos. “Al principio no sabes lo que tienes que hacer, pero poco a poco te adaptas. Yo estoy estudiando Bachiller en el Instituto de Tinajo. Me costó mucho cuarto de la ESO, pero lo saqué”.

     

    Asegura que en el centro los tratan muy bien, y que no siente racismo entre sus compañeros, ni entre los chicos de su edad. Cuestión diferente es el trato con la gente de más edad. “Existe racismo en la isla. Al menos, al principio. Cuando ya me conocen, me tratan mejor. Yo entiendo que vienen algunos chicos que no lo hacen bien, que se aprovechan de la situación y eso nos afecta a todos. Pero nos tienen que conocer para que se den cuenta de cómo somos”, afirma.

     

    Cuando le preguntas cómo viven los chicos de su edad en su tierra natal, le cambia la cara. “No hay trabajo, y si lo hay, por un mes de trabajo te pagan 200 euros. Solo pueden estudiar los chicos que tienen padres con dinero, el resto no puede. Muchos de mis amigos han hecho lo mismo que yo, pensar en su futuro y allí no lo tenemos”.

     

    Trabajar la tierra

     

    Farid lleva dos años en la isla y sus padres sí sabían que iba a embarcarse en una patera para venir a Canarias. “Un primo mío iba a hacerlo y yo no me quería quedar solo allí, así que lo hicimos juntos. El resto de mis amigos se quedó allí. Fueron tres días de viaje, teníamos comida, pero los pasé mareado todo el tiempo. Llegamos al norte de la isla”, explica.

     

    En su caso, tras la primera atención humanitaria, fue trasladado al Centro de Menores de Yaiza, donde todavía vive, junto a otros nueve chicos. Todos chicos. La directora de su centro nos explica que, lejos de lo que se suele creer, también llegan niñas, pero ellas están juntas en otra casa. “Cuando llegamos éramos 14, pero ahora somos 20 y en cada casa hay diez personas. Son mi familia aquí”.

     

    Farid estudia en el Instituto de La Villa un grado de Agricultura Ecológica. “No me gusta mucho la teoría, me gusta más la práctica, así que lo de estudiar, no es lo mío. Pero me gusta mucho la agricultura, yo quiero acabar el ciclo y trabajar aquí, en la isla”, afirma.

     

    Asegura que la mayoría de la gente le trata bien. “Con mis compañeros me llevo muy bien. Claro que hay gente a la que no le gusta que vengamos y hay quién me llama “moro mierda”, pero eso no me puede afectar. Yo me quiero quedar aquí, trabajar en Lanzarote e integrarme. No sé qué pasará en el futuro, pero creo que aquí se puede vivir bien, sobre todo de la agricultura”, afirma, señalando que no mucha gente quiere dedicarse a la tierra.

     

    La mayor dificultad que han encontrado ambos ha sido el idioma, y por eso en los propios centros han dado clases de español. “Echo de menos a mis padres y a mis amigos, pero nada más”, explica Farid. “Allí no tenía nada. Para mis padres era una carga y así puedo contribuir, aquí puedo buscarme la vida, formarme y tener un futuro. Hablo con mis padres todos los días. Mi madre me pregunta si estoy bien, si como, si me abrigo… no sé, como todas las madres, supongo”.

     

    5.370 menores migrantes en Canarias

     

    El bienestar de los menores migrantes no acompañados que llegan a España no es negociable, pero ¿debe ser únicamente responsabilidad de Canarias? El Ejecutivo regional tiene claro que no, y justo por eso se ha elaborado una propuesta de modificación legislativa en materia de infancia que se está impulsando entre Canarias y el Estado, y que se espera dé pronto sus frutos para que la atención a estos niños y niñas no recaiga casi en exclusiva sobre la comunidad canaria. Canarias cuenta, en la actualidad, con 5.370 menores extranjeros no acompañados bajo su tutela y 74 dispositivos de acogida. A finales de marzo, la propuesta para derivar a 470 menores migrantes no acompañados desde Canarias a otras comunidades autónomas no recibía el apoyo mayoritario del resto de comunicades autónomas que entendieron que se invadían sus competencias. “Necesitamos agilizar los traslados porque el sistema de acogida de menores de Canarias está muy tensionado y en breve, con el buen tiempo, se intensificará la llegada de embarcaciones a nuestras costas”, alertaba el viceconsejero de Bienestar Social del Gobierno de Canarias, Francisco Candil.

     

    Por su parte, la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, ha afirmado que el acuerdo para el “reparto equilibrado” de menores extranjeros no acompañados entre las comunidades autónomas se tratará en una conferencia sectorial a principios de verano “con rigor y seguridad jurídica”.

     

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